Tu propio Sol
Cuando tienes el Sol por dentro, no importa si afuera está lloviendo.

Tu propio Sol
Miras por la ventana, ahí afuera está tu vida. Llueve, hace frío y hay tormenta. Así te sientes cada día.
Te levantas y el mismo paisaje desde tu ventana, otro día igual que el de ayer. Siempre tienes frío, todo está oscuro y las gotas te empapan. Te empapan tanto como los pensamientos sombríos que no te permiten sonreír. Sientes que no sientes nada que todo te da igual. Vuelves a mirar por la ventana, la ventana de tu vida. Bajas la persiana y corres las cortinas. No quieres ver más, te aíslas. No sabes si es de día o es de noche, el tiempo pasa lento, pero pasan muchos días, semanas, meses…
Te levantas y miras por la ventana. Hay algo diferente, no sabrías decir qué, pero lo notas y aunque es otoño, sientes algo de calor en tu interior. Pones tu mano en el pecho y lo sientes, emanas calor, algo está pasando ahí dentro.
No te lo crees y miras por la ventana. Has podido ver que entre el algodón de las nubes escapan destellos de luz. Sí, sí, algo está cambiando y aunque sigue lloviendo, coges tu paraguas y sales corriendo. Estás descalza y no te importa; tu paraguas te protege y dentro de ti hay una gran bola de luz y calor. Es tu sol.
¡Tienes un Sol propio! Miras al cielo y las nubes ya no están, ahora surca el cielo un gran arco iris. Caen gotas, pero da igual, ya no te empapan porque tienes tu Sol.
Corres dentro, te miras en el espejo y lo ves. Te ves y sabes que a partir de ahora tu Sol te hará sentir reconfortada y que esas molestas gotas ya no te van a hacer daño. Ahora abres la ventana y pones flores en el alféizar. Ahora solo importas tú.